LOS CORONAS

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Esperado y memorable reencuentro con Los Coronas
Texto y fotos: Javi G. Espinosa

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Ambientazo en la sala Villanos, prácticamente hasta arriba de gente, para recibir a Los Coronas en su regreso a Madrid después de cinco años largos de ausencia. Entre la concurrencia, numerosos allegados y amigos, entre los que se encontraban bastantes músicos y otros profesionales de la escena madrileña, además de la plana mayor de la prensa especializada y generalista. Todo indicaba que estábamos en el sitio correcto esa noche, entre las numerosas propuestas escénicas de la capital.

Unos diez minutos después de las diez de la noche, hora anunciada para el comienzo, salieron a escena los cinco músicos, entre sonidos fronterizos y el clamor del público, ansioso de volver a disfrutar de esta banda sobre el escenario. Con el recuerdo al recientemente desaparecido Duane Eddy arrancaba un concierto muy esperado que suponía el anhelado reencuentro de Los Coronas con su afición madrileña.

Siguiendo con los recuerdos y homenajes, enseguida hubo lugar para reivindicar a Marisol (con mención al reciente documental que se ha realizado sobre ella), dando pie a un karaoke colectivo que recibió la felicitación de la banda. Estaba claro que la gente venía con ganas de pasarlo bien y de participar en el concierto para hacer de la cita una verdadera fiesta común: «Aquí estamos celebrando nuestra cena de Navidad con todos vosotros, una fiesta de Navidad del rock», decía Fernando Pardo, guitarra y voz del grupo, aunque no cante.

Entre sus habituales reflexiones, Fernando nos contó lo difícil que es mantener el equilibrio en una banda con dos sagitario idealistas y entusiastas (Loza y él) contra un virgo y un leo con aura de triunfadores natos pero con los pies en la tierra, y eso pese a tener un trompetista ucraniano que es libra y debería equilibrar las dos facciones, aunque a la hora de la verdad no ayuda mucho a ello. Curiosas conexiones astrológicas que al final hacen de Loza nuestro Stewart Copeland, cosa que ya hace tiempo sospechábamos (de hecho, recordamos con él al acabar el bolo que, con alguna de las mil bandas que le hemos visto, ha llegado a tocar y cantar algún tema de Police).

Con la emoción y la alegría del reencuentro la velada se nos pasó volando, y antes de darnos cuenta ya se estaban empezando a despedir, anunciando el final de la diversión. Menos mal que, después de tomarse un breve respiro, volvieron a escena para regalarnos un poquito más de su magia y de su arte. Para los bises nos reservaban la única canción cantada de la noche, con Loza poniendo voz a «Shakin’ All Over», junto a un puñado de otros clásicos revisitados, que aprovecharon para demostrar, por ejemplo, que el ritmo del reggaeton es el mismo que el del surf pero sin un golpe de caja. Algo que también veníamos sospechando, y que quedó probado en vivo.

Y después de esta lección, sencilla pero tremendamente esclarecedora, ya poco más quedaba por pedir. Llegaba la despedida de verdad, la definitiva, emplazándomos hasta la próxima cita, pero deseando que la espera no sea tan larga como esta vez. Eso sí, hubo un último llamamiento previo al adios: antes de marcharse, Fernando nos alentó a apoyar a los bares y las salas de conciertos, ya que, como bien dijo, vienen siendo ya nuestros centros de mayores, así que hay que apoyarlos. Si no, qué sería de nosotros…

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