Sala Dime que me quieres, Madrid 8 Noviembre 2024

Texto: Angel Carparan

Era la segunda vez que los iba a ver, la primera fue en el centro de Madrid hace unos meses. No soy muy fan del hard rock cercano al heavy, nunca he trabajado esta “mercancía”, pero hay que reconocer que no hay nada más leal que un aficionado al metal.
En la puerta comenzamos a aparecer los primeros asistentes, y algunos nos dejamos caer un poco pronto. El concierto empezó a las diez y veinte. Había muchos amigos entre la audiencia y bastantes músicos; coincidía que los locales de ensayo Tablada 25 estaban cerrados por un evento, así que casi todos nos trasladamos a ver a nuestros amigos de Pistols Sounds, también conocidos como los «P.S.» (si lo lees en inglés, suena a “pies”).

El local es muy curioso: un garito temático con películas icónicas de los ochenta, muy recomendable para los hijos de la EGB. Ya con la primera cerveza en mano, la banda comenzó el show en un mini escenario tan pequeño que un guitarrista tuvo que tocar abajo, entre el público. A medida que avanzaba el bolo, bajaban y subían del escenario casi todos.
Pero déjame presentarte a la banda. Al frente, en la voz, está Electric Xandra, con su gran estilo y su contagioso rollo, la jefa y el pegamento del grupo. A su derecha, Molina, con su guitarra elegante y precisa; a la izquierda, Killo, con su poderosa y sexy Les Paul; detrás, el camaleónico Black Killer, el Rolling Stone más negro del rock, en el bajo; y, en la batería, Javi, sacando todo el poder de su instrumento, una pequeña batería plateada, propiedad de la sala.

Juntos comenzaron a tocar como un solo organismo, y sin pensar un segundo en las limitaciones de espacio o técnicas, se entregaron en un flujo de rock honesto, potente y, sobre todo, cañero. La magia apareció en ese antro tan pequeño, donde el sudor de la gente se mezcló con el de los músicos. Fue un momento irrepetible.
El repertorio estaba muy bien cuidado, con sus temas mezclados con un par de versiones para mantener al público contento. Lo curioso es que no percibí diferencia entre la potencia de Motörhead, Iron Maiden, The Black Crowes y estos cuatro viejos rockeros, a quienes no les pesan las guitarras. Xandra canta en inglés porque así entiende ella el rock, y con su potente voz y exquisita dicción nos envuelve en cada historia de sus temas. Solo me faltarían las letras para poder entender el mensaje en su plenitud.

Para mí, el momento de la velada fue su único tema en castellano, La Bestia, tema de Enrique Calera “Negro”, gran poeta y mejor persona, en el que dice uno de sus poemas: “Encuéntrate y vive, lucha por algo, levántate y olvida el presente, que este solo dura un momento…”
Cada bolo, grande o pequeño, tiene un peso único, y uno no es más importante que el otro. Claro, en el escenario grande se siente la gloria, la intensidad de miles de voces unidas, pero en el club pequeño encuentras una conexión que el tamaño del público no puede replicar. Si realmente amas lo conexión que el tamaño del público no puede replicar. Si realmente amas lo que haces, tocas igual de fuerte y con la misma pasión, sin importar cuántas personas haya. Porque que haces, tocas igual de fuerte y con la misma pasión, sin importar cuántas personas haya. Porque cuando estás ahí, en el borde del escenario, lo único que importa es la música y lcuando estás ahí, en el borde del escenario, lo único que importa es la música y las personas que las personas que la están viviendo contigo.

En este caso, amigos y compañeros músicos que conviven cada semana en Tablada 25, compartiendo espacio y unas birras, desde la admiración, el respeto y el cariño mutuo. Allí estaban miembros de Suburbio (David gui tarra) Star Mafia Boy (bajista Miguel), Awake Consciousness (Danfred, guitarrista), Loslolas (Pedro, baterista), Judgementals (Pitu, guitarra), Los Pink Floyd de Tetuán y otros grupos más. Por lo visto, no pudieron asistir a la gala de Los40 Music Awards.
Nos hicieron sentir privilegiados, compartiendo su segundo aniversario juntos como en un palco privado, en el backstage, y detrás de nosotros diez mil fans más… no estaban, pero empujaban con su aliento de rock.

Hay algo casi sagrado en esa conexión, ya sea frente a una multitud en un estadio o en el calor sofocante de un bar de mala muerte. Estos conciertos, en su humildad, te recuerdan por qué tocas; te devuelven al origen de todo esto y te obligan a darlo todo. Porque, para quien realmente ama la música, no existe la distinción entre grande o pequeño; lo que importa es cada acorde y el hecho de que, al final, todos creamos una parte de ese momento.
Y cuando la última nota acaba, cuando el silencio regresa, sé que hice lo que vine a hacer: darlo todo, sin importar cuántos me estén mirando.
Una banda grande en un local pequeño, donde aún resuenan los ecos del sonido de las pistolas.

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