Gruta’77, Madrid 20 Septiembre 2024
Texto y fotos: Javi G. Espinosa

Se acaba el verano y empieza el nuevo curso, así que toca volver a las aulas – en este caso, a las salas de conciertos, después de la temporada estival de conciertos al aire libre. Y una manera estupenda de hacerlo fue acercarse a celebrar el cumpleaños de Gruta’77 para felicitar al Indio y su equipo por estos 24 años consagrados al rock más diverso y minoritario, un loable acto de fe, pasión y devoción en estos tiempos que corren.

Entre la larga lista de interesantes conciertos programados en este mes de aniversario, no nos podíamos perder el de Sex Museum, acompañados en esta ocasión por Garbayo y su banda como invitados de lujo.
Abrió la velada el músico vasco, muy bien arropado no sólo por los músicos que le acompañaban, sino también por una nutrida afición venida expresamente para la ocasión desde la zona de La Vera, donde reside desde hace algún tiempo.

Con la sala prácticamente llena ya desde el comienzo de gente con muchas ganas de pasarlo bien, nada podía salir mal. Garbayo dio rienda suelta a ese power pop con actitud punk que le caracteriza, sacudiendo al personal sin contemplaciones. Los cuatro músicos parecían pasarlo tan bien sobre el escenario como la concurrencia abajo, saltando, gritando y bailando sin parar. Rocanrol en estado puro, sin remilgos ni prejuicios.

Visto lo estupendo que había sido el entrante, esperábamos con avidez el suculento plato principal. A punto de cumplir cuatro décadas de carrera, la banda madrileña está trabajando en los temas de su próximo álbum, y antes del concierto ya nos anunciaron que alguno estrenarían.
Sex Museum son de esas bandas que, cuanto más pequeño es el escenario donde toquen, más intensas son sus actuaciones. Toda esa energía que en un gran escenario abierto puede quedar algo diluida, en salas como Gruta se concentra y se extiende por cada centímetro cuadrado del local.

Salieron a escena con tal furia que, si al cabo de seis u ocho canciones se hubieran despedido, ya hubiera sido memorable. Pero afortunadamente no fue así, y nos ofrecieron un tremendo recital repasando buena parte de sus clásicos, sin apenas hueco para versiones ajenas.

Incluso la canción que estrenaron sonó como una más de un repertorio tan sólido y consistente como su insobornable trayectoria. No hay mucha gente que pueda presumir de cumplir cuarenta años en este mundo de la música sin plegarse a dictado alguno ni vender su alma a nadie más que a sus propios demonios.

Un fabuloso reencuentro con el rock cavernario y sudoroso en donde mejor se disfruta: los garitos pequeños en los que público y artistas se hermanan, se sienten, se tocan y se hacen una sola cosa, y la misma. Llámalo magia, liturgia o epifanía, pero al fin y al cabo es simplemente conexión y felicidad.

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