INTERPOL

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Un repaso por el ayer y el hoy de una banda muy grande

La Riviera (Madrid), 20-02-2023

Redactor: Oscar Chaves Amiena

La expectación ante un concierto de Interpol es siempre grande para quien suscribe. Un lustro desde que interpretaron íntegramente su primer álbum, el insuperable Turn On the Bright Lights, dentro del marco del irregular festival DCODE, se antojaba una larga espera. Quizá por ello acudimos más puntuales que de costumbre a la cita. Sin embargo, la primera impresión al acceder a La Riviera el pasado lunes fue de relativo desconcierto. La hora del bolo se aproximaba y apenas un centenar de personas pululaban por la sala madrileña. Se imponía una doble comprobación, pero la información ofrecida por la aplicación Dice (el debate sobre la pertinencia de estos intermediarios podemos dejarlo para otro día…) indicaba que Paul Banks y compañía subirían a las tablas a las 20:00h. ¿Error de la promotora? Quién sabe.  La siguiente sorpresa fue la aparición en el escenario de unos teloneros no anunciados: Water From Your Eyes, la banda que reúne a Nate Amos (This is Lorelei) y a Rachel Brown (Thanks for coming), a los que acogimos, literalmente, sin ninguna expectativa. Su propuesta minimalista, guitarrera aunque apoyada en una buena cantidad de música pregrabada, dejó un tanto indiferente al respetable madrileño; al menos esa fue nuestra percepción.

Esa frialdad permaneció en el ambiente mientras salía a escena Interpol, si bien no duró demasiado. Con un sonido inicialmente algo emborronado, pudimos degustar Toni, la apertura del último trabajo de la banda (The Other Side of Make-Believe). El ostinato de piano y bombo de su comienzo contribuyó a caldear algo el ambiente, aunque el termómetro comenzó a verdaderamente a ascender tras el riff de bajo de Evil, al que el público respondió al unísono: “Rosemary… heaven restores you in life”. Tras una nueva cita con el último disco (Fables) la banda volvió a descargar dos hits de Antics, C’mere y Narc, y ya nadie pudo escapar al embrujo. Banks usa precisa y discretamente el castellano (cuatro años en Madrid y uno en México han de notarse) para presentar temas y banda; y tanto este guiño local como su imagen personal, a base de gomina, cuero y gafas de sol (toda una reivindicación de su vis más rockera) contribuyeron sin duda a este hechizo de fascinación colectiva. 

Sin alcanzar las cotas de trascendencia de sus primeras obras, es preciso reconocer la efectividad en directo de algunas de sus canciones más recientes, entre las que destacó Into the Night y su compás alambicado, defendido con la mayor solvencia pese a la indudable dificultad. Otro tanto ocurrió con My Desire, segundo sencillo de El Pintor (2014), cuyo crescendo fue uno de los grandes momentos de la noche; como también lo fue el de Lights, con una propuesta similar de escalada hacia la gloria musical. La banda neoyorkina es especialista en la dosificación de la energía y en tomarle el pulso a la audiencia, lo que consiguen gracias a la construcción de repertorios que funcionan como maquinarias de precisión, engranajes perfectos que no permiten que la atención se desvíe de lo que ocurre sobre las tablas más de lo inevitable.

Tras este repaso a lo más reciente de su carrera, la banda volvió la vista atrás sobre sus dos primeros discos, Antics y Turn On the Bright Lights, metiéndose al público definitivamente en el bolsillo con los destellos de Public Pervert y la oscuridad shoegaze de Roland. Con The New, que contiene uno de los pasajes guitarreros más intensos de la primera década del siglo, Interpol demostró que menos puede ser mucho más. Slow Hands ha adquirido la categoría de himno generacional, con ella nos ofrecieron su cara más festivalera, conectando con el recuerdo de toda esa generación británica con querencia por el revival (como obviar a los primeros Franz Ferdinand) encorsetada en la etiqueta imposible del indie rock.

La traca final llegó con una aplastante Not Even Jail, aún más acelerada que de costumbre, y con ella el deseo de repetir a la noche siguiente, en la que sonarían las añoradas Take You on a Cruise (solicitada el lunes sin éxito por un asistente ataviado de marinero) y PDA (¿tal vez su obra maestra?). Pero esa es otra historia que ha de ser contada por quien tuviera la fortuna de volver. Sin miedo a la resaca del día siguiente, un servidor se fue a casa con la conciencia clara de que, la próxima vez que Interpol se anime a pisar la piel de toro, allí estará, una vez más, entre la concurrencia.          

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