DESPERADOS – Motel Martín
El quinto disco de Desperados por fin ve la luz
Redactor: Javi G. Espinosa
Compañía: WEA/Warner
Hay discos que permanecen mucho tiempo en el olvido, guardados en un cajón durante años, durmiendo un injusto sueño que a veces acaba siendo eterno. Pero algunos de ellos consiguen, casi milagrosamente, ver la luz al cabo del tiempo. Este es el caso del famoso quinto disco de Desperados, grabado en aquel glorioso verano del 92 (con las Olimpiadas y la Expo Universal por medio) y que al fin se ha publicado casi treinta años después.
Denostado en su día por las compañías, ninguna quiso editarlo pese a estar grabado y listo para lanzarlo al mercado. No era un buen momento – o eso decían – para las bandas de rock de raíces clásicas cantado en castellano (salvo muy contadas y rentables excepciones) ante el auge del indie, el britpop, el grunge y otras tendencias anglófilas imperantes. El caso es que los hermanos Martín prefirieron guardárselo antes que dejarlo en manos poco o nada fiables ni comprometidas. Y ahí quedó hasta ahora que por fin Fernando, cantante y compositor de la banda, ha logrado publicarlo con una edición y una distribución en condiciones.
Y el caso es que uno se pregunta si realmente no hubieran funcionado entonces estas canciones, porque cuando las escuchas ahora suenan muy bien, y evocan sonoridades que nunca han dejado de tener su público cuando están hechas de verdad, con talento y con corazón. Porque son canciones que más que a una época deben asociarse a una actitud, a una forma de ver la vida: la del rock and roll de los primeros tiempos, de coches, chicas, rebeldía y diversión, llevada al extremo con la explosión descarada del punk, incluyendo todo lo que hubo por el medio y alrededor – y con toque castizo, que se note de dónde somos. Rock y blues sobre todo, pero también aires de pop, folk, swing y otras hierbas forman un armazón sonoro (en el que se ven las costuras de los Stones, los Kinks, Lou Reed, Dr. Feelgood y otros muchos) que supieron adornar con otros muchos elementos y detalles, sobre el que articulan unas letras brillantes, inspiradas, a veces melancólicas o ilusionadas, otras orgullosas y apasionadas, casi siempre irónicas, y hasta provocadoras en algún caso.
Tenían clase y energía, contaron con los medios adecuados y estaban satisfechos del resultado, probablemente estaban en su mejor momento de madurez creativa, y seguramente temas como «La rosa + pálida de la ciudad«, «Sr. Policía«, «Tiempo de perros» o «Corazón de fuego» hubiesen llegado a ser parte de nuestros recuerdos musicales de fin de siglo. Nunca lo sabremos. Lo bueno es que, al menos en este caso, hemos podido acabar conociendo estos temas como se concibieron y podemos disfrutarlos en condiciones. Lástima que, después de tanto tiempo, algunos no hayan podido llegar a verlo – sobre todo el otro artífice principal de esta obra, el recordado Guille. Pero, desde alguna parte, seguro que se siente orgulloso y satisfecho. Bienvenidos al «Motel Martín«.
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