NUNATAK PUBLICA SU CUARTO ÁLBUM
Nunatak y Las Flores Salvajes
La banda cartagenera Nunatak publica «Nunatak y las flores salvajes», cuarto álbum de su prometedora carrera que, además, supone un monumento a las canciones construidas mimando cada detalle y a las historias que pasan a formar parte de tu vida en cuanto te llegan al oído con tanto ímpetu y belleza.
«Nunatak y las flores salvajes» llega después de «Nunatak y las luces del bosque» (2014), «Nunatak y el pulso infinito» (2016), y «Nunatak y el tiempo de los valientes» (2018), trabajos impecables que bien podrían haber dado título a una saga literaria de aventuras en la que se cuenta la historia de cinco músicos que, con mucha valentía y talento, emprenden un camino en el que sólo les acompañan la sinceridad de sus letras, la delicadeza y una capacidad tremenda para conmover.
En dicho recorrido el quinteto ha vuelto a aliarse con su productor de confianza, el murciano Raúl de Lara, para dar forma a 10 nuevas canciones que demuestran una evolución en actitud y poderío. Cada uno de estos temas es un claro ejemplo del mayor logro de Nunatak: Una progresión capaz de viajar del susurro intimista a una explosión de melodías vigorosas, coloridas y sumamente contagiosas, de esas que llenan el corazón. Es lo que ocurre desde la primera parte del álbum con composiciones infalibles como «Quiero que arda» o «En tu nombre».
Un detalle importante de «Nunatak y las flores salvajes» es cómo suenan -y arropan- las guitarras allí donde suenan. Esa fiereza le sienta fenomenal al grupo y trae la producción del álbum a un terreno más crudo y potente, que denota madurez y un aplomo incontestable. Por ejemplo, en «Todas las campanas» se atreven a navegar entre guitarrazos y falsetos cercanos al blues y al rock sureño.
Donde queda más patente el gran porte de las guitarras, en cuya producción ha colaborado Jorge Guirao (Second), es en el corte más explosivo de este disco, una canción arrolladora titulada «Hijo de la tierra», que suma la contundencia del bajo, unas palmas revolucionarias y unas armonías vocales sorprendentes para retratar el mejor momento de Nunatak como banda.
El propio grupo habla entusiasmado de la canción: “Es un homenaje a la vida alejada de la ciudad, conectada a la naturaleza; a un estilo de vida sin relojes, basado en el trabajo duro, el sacrificio y el amor a las cosas que crecen”. Justamente «Hijo de la tierra» es una de las canciones de las que Nunatak se muestran más orgullosos, tanto por el sonido y las reivindicaciones que hace, como por la participación en los coros de los Auroros de Nuestra Señora del Rosario de Rincón de Seca, una hermandad religioso-folklórica con más de 100 años de tradición. “Los Auroros son un puro ejemplo de arte creado y dedicado a ese estilo de vida. Son coros eminentemente litúrgicos y exclusivos de la huerta de Murcia. Lo vemos como una experiencia intergeneracional de intercambio de tradiciones y maneras de entender el arte, hermosa y conmovedora”.
En el lado más pop del camino aparece «Creéme», que muestra con certeza cómo el quinteto ha afianzado el trabajo iniciado en su anterior disco, que les revela como constructores de un pop con grandes intenciones sin que ello afecte el sentido artesano con el que siempre han construido sus relatos. Toda la luz del mundo cabe en canciones como esta o «Mi gran virtud», que ya apuntan maneras como incentivos al salto y al canto colectivo en la gira que la banda iniciará en noviembre de 2019.
En el plano más acústico e intimista, ese que recuerda a pequeños clásicos de la banda como «Solos», aparece «Viento del sur», una canción de apenas dos minutos más que suficientes para tejer una atmósfera cómplice y encantadora.
A la altura del corte 8, donde muchos discos ya no dan más de sí, Nunatak se sacan de las manos el mejor remedio contra esos días grises de otoño e invierno, una canción capaz de sacarte de la cama que ya muestra sus intenciones desde el título: «Coge mi mano». También suenan por ahí la canalla, distorsionada y afilada «Criminal de guerra» y el mayúsculo cierre, con elegantes guiños a la electrónica más sensible, titulado «Ya he ganado».
Una de las grandes virtudes que puede tener una banda es esperar el momento adecuado para afrontar el mundo con ganas de comérselo. A lo largo de los últimos seis años, Nunatak han ido, disco a disco, cargándose de razones para ser tu banda favorita. Una vez dados todos los pasos llega el gran salto, el que les lleva de ser un secreto a voces a ser una de las grandes joyas de la música nacional de este año. Nunatak siempre han brillado, pero Nunatak y las flores salvajes pule su luz en todos los detalles técnicos y artísticos posibles y les hace destellar. (Arturo Paniagua / Periodista musical y presentador de Sesiones Movistar+)