WILLIE NILE

Hacía ya unos años que no acudíamos a la cita con el neoyorkino Willie Nile, un habitual de nuestros escenarios al que casi se le quiere más por aquí que en su tierra natal. Willie es allí uno más entre los muchos solistas locales que han forjado su carrera bajo la alargada sombra de Springsteen y otras grandes luminarias del rock, mientras aquí sí que es considerado una figura internacional, y además disfruta de ese aura de rockero insobornable, simpático y divertido, amigo del Boss, en cuyos conciertos uno siempre disfruta y pasa un buen rato.

Y en efecto, el señor Nile es todo eso, y mucho más. En Willie confluyen, por cuestiones de momento y lugar, la tradición comprometida del cantautor folk heredada a través de Bob Dylan (que fue su vecino en el Greenwich Village, como él mismo suele contar) con la energía rockera de las grandes bandas de los 70 y la furia nihilista del primer punk neoyorkino. Willie es un tipo listo que sabe conjugar todos esos ingredientes para componer una fórmula personal que tal vez no sea demasiado original pero sí que es lo suficientemente particular y reconocible para considerarlo como su estilo propio.

Desde el enérgico arranque con una fantástica versión de «Runnin’ down a dream«, del añorado Tom Petty y sus Heartbreakers, hasta los momentos más íntimos y relajados, sentado al piano a la vez que sopla su armónica, nos fue desvelando una vez más todas sus diversas facetas musicales. Muy atinada también la elección de su banda, con su ya habitual lugarteniente en sus giras españolas, el inmenso Jorge Otero (Stormy Mondays) a la guitarra solista y apoyando en las voces, acompañado esta vez por Juanjo «Thamorano» al bajo y Dany Montgomery en la batería. Una banda escueta pero muy solvente, más que suficiente para poner en escena un ecléctico repertorio en el que tampoco faltan las versiones del viejo Dylan (siempre presente, y más ahora que aún está reciente su disco de versiones del flamante Nobel, «Positively Bob«).

Quizá echamos en falta un punto más de energía respecto a anteriores visitas, pero esta claro que los años pasan para todos y que en estas giras tan intensas, sin apenas días de descanso entre bolos, hay que irse dosificando ya un poco. En cualquier caso, nos quedamos con la calidad antes que con la cantidad, y en eso no podemos ponerle el menor reparo al bueno de Willie Nile. Hasta la próxima visita, que suponemos, y esperamos, no será muy lejana.