SWANS + BABY DEE
El eterno adiós
Casi todo vendido para acoger la (ahora parece que sí, pero ya veremos) definitiva disolución de los Swans de Michael Gira que, tras su reagrupamiento en 2010, nos han dejado la nada desdeñable cantidad de ocho nuevos discos, cuatro álbumes de estudio y cuatro directos. Misma cantidad de unos que de otros, algo muy poco habitual, porque se supone que donde la propuesta de los neoyorquinos se agiganta es en el directo, a la hora de descargar sobre el escenario toda esa tensión superproducida del estudio.
A las ocho y media, tras el folk personalísimo y dulce de guitarra y acordeón de Baby Dee, los seis componentes de Swans tomaron el escenario.
La tensión tardó mucho más en tomarlo. El grupo abrió, como viene haciendo en esta gira, con lo que han dado en llamar The Knot, un nudo en el que entrelazan composiciones de sus cuatro últimos trabajos de estudio. Una pieza que va creciendo, expandiéndose y mutando sobre el escenario pero que termina creando una tensión más eucarística que estética. Pretende fascinar como una orquesta sinfónica y llega a aburrir como misa de doce. Michael Gira es el maestro de ceremonias de una liturgia que pretende ser akelarre sonoro pero que no consigue ofrecer catarsis alguna sino a los más devotos.
Larguísimos desarrollos intentan jugar a crear angustia y desasosiego en el oyente y lo consiguen solo muy parcialmente, intercalando momentos (pocos) de auténtica pegada e interés acústico con (bastantes más) de camino a ninguna parte, bordeando el ruido blanco en progresiones eternas.
Es decir, que, como con los hipnotizadores, hay que poner mucho de parte de uno. Lo cual puede que sea a final de cuentas lo correcto, pues una gira de despedida no busca precisamente llegar a nuevos seguidores, sino dejar en los que han acompañado a la banda (muchos de entre el público durante sus dos etapas) una huella imborrable de autenticidad. No sé.
Screet shot fue quizás uno de los mejores momentos de la noche. Más liberada de capas sonoras, el ritmo de bajo y la voz sinuosa proponen unas alternativas que, al menos esta noche, los músicos estadounidenses, centrados en alcanzar el éxtasis sonoro, no se aventuraron demasiado a explorar pero de las que al menos pudimos disfrutar durante unos minutos. También durante los de The man who refused to be unhappy.
Al final, cinco cortes en casi dos horas de concierto que se acercan mucho más al post que al rock y que seguramente sean, en este tour de despedida, nada más y nada menos que Michael Gira haciendo por fin, como ha hecho siempre, lo que le da la real gana sobre el escenario.