ROSENDO + ÚLTIMA EXPERIENCIA
¡Agradecidos!
Rosendo es un tipo lo bastante espabilado como para saber que incluso lo bueno cansa. Por ello se despidió ayer diciendo que durante un tiempo dejaría tranquila la capital, esa ciudad que tantas alegrías le da. No es casual que su último disco sea un directo en las Ventas, ni que su concierto en las fiestas de la Paloma fuese tan numeroso que no cabía, literalmente, ni un alfiler. Tampoco es de bobos hacer un concierto en el Palacio de los Deportes (se supone que hay que llamarlo con el nombre de un banco o algo así, pero no me sale) con ese truco que han inventado: el ring, que es, ni más ni menos, hacer shows con el aforo que cada cual estime, moviendo unos bastidores para reducirlo y colgar el cartel de lleno.
Sea como sea, el caso es que, con ese público que acompaña al carabanchelero sin asomo de duda, pero sin grandes aspavientos, salieron Rosendo, Rafa y Mariano a lo suyo, como siempre, a eso del rocanrol crudo, machacón y directo. Con los clásicos vaqueros y una camiseta negra sin más, se lanzan en esa primera hora de show que suele ser un tanto desconcertante. Para un músico con un repertorio tan inmenso y, por tanto, lleno de temas más que reconocibles, sería una apuesta segura tirar de clásicos o de temas famosos y lograr el efecto karaoke que otras bandas explotan.
Pero Rosendo tiene ese punto reconocible de ir a su bola y por eso intercala en la primera parte temas que a mucha gente, que no ha seguido de manera exhaustiva su carrera, se le escapan. No es que sea criticable, solo hace que el concierto arranque al tran tran, a pesar de que el respetable ponga de su parte allá donde le dejan.
Hay un momento en el que todo se endereza y comienza la lluvia de emociones compartidas en forma de canción. Es el despendole que llega con Flojos de pantalón, que, lógicamente, ha sido acompañada de otros momentos festivos, como Masculino singular, nostálgicos como El tren o reivindicativos, como Vergüenza torera.
Por supuesto, para el final quedan Pan de higo, Agradecido y la sempiterna Maneras de vivir, que en esta ocasión no cierra, fundiéndose con Navegando, otro de los temas queridos por los madrileños, que agradecían a Rosendo su autenticidad con una ovación cerrada, al tiempo que el cantante desgranaba sus elogios, siempre peculiares agradecimientos y se os quiere (un rockero que dice: habéis sido muy amables…).
Resumiendo, una buena noche más con la música de toda una institución, que no se mueve un ápice de su identidad, en un espacio un poco trampeado pero con una calidad de sonido mucho mejor que la de salas de la misma capacidad y en compañía de ese público tan especial, que gusta de la música más que de grabar en su teléfono lo que pasa. Y eso se agradece, claro.
Podéis ver las fotografías del concierto en el video.