THE MAVERICKS
Rock americano con mayúsculas
El evento de inicio no pintaba bien. Calor infernal en el foro y un ambiente muy desangelado para lo que se esperaba en la vuelta a Madrid de los Mavericks tras su último paso en 1998 (a las 20:30 no había más de 200 personas en la sala La Riviera). Hay que recordar que el precio de la entrada no es que fuera muy popular, 36 euros y en época de crisis, con la competencia de otros conciertos esa misma semana en la capital. Pero los de Florida no se achicaron ni recularon, demostrando una profesionalidad digna de elogio. Raul Malo y los suyos salieron a por todas pese a ciertos problemas de sonido en los dos primeros temas (últimamente tengo la sensación de que el sonido en los conciertos es cada vez mas bajo ¿me estaré quedando teniente?).
26 años después de su formación, los Mavericks siguen estando comandados por cuatro de sus miembros originales: el enorme, en todos los sentidos, Raul Malo (¡como canta, como toca la guitarra y como interpreta las melodías!) junto al estiloso guitarra Eddie Perez (¡qué manera de moverse y vivir los temas!), el bailarín Jerry Dale McFadden a los teclados (chaqueta y sombrero naranja con pantalones de arlequín, ahí es nada), y el batería de gran pegada Paul Deakin.
Las composiciones de su último disco “Mono” coparon la primera parte del show, sonando más que correctamente “All night long”, “Somewhere” o “Stories we could tell”. La banda empezó a rugir compacta y engrasada a partir de “Back in your arms again”, sin fisuras y con carretera, combinando perfectamente rock americano, country, Tex-Mex, mambo, surf, rock and roll 50´s o cumbia, por citar algún estilo. América dándose la mano de norte a sur sin abandonar las Islas. Esa es la personalidad de los Mavericks y ese es su sonido tan reconocible. Si a todo esto unimos que Raul Malo tiene una voz prodigiosa, que puede recordar por momentos a Roy Orbison, y composiciones deslumbrantes, el éxito estaba garantizado.
Como todo concierto de dos horas y cuarto, casi treinta temas en el set-list, hubo momentos peores y mejores, pero cuando empezaron a “enlazar temazo tras temazo” (GMH dixit) aquello fue un no parar de baile, cerveza y buen rollo en el ambiente. Poco se puede decir de canciones tan maravillosas como “What a Crying shame”, “I Should have been true”, “Foolish heart”, “Out the door”, “There goes my heart”, “Dance night away”, la version del “She´s about a mover” de Sir Douglas Quintet (la banda de Doug Sahm) o “All you ever do is bring me down”. Mención aparte merece la interpretación de Malo con la guitarra acústica del clásico “Siboney” de su banda paralela los Super Seven (dedicada a su padre y que provocó algún nudo en la garganta) y el “Oh! What a thril”l de James House. Pura emoción.
En una reciente entrevista al periódico El País, Malo decía las siguientes declaraciones: “Hay que perderle el miedo a los dos acordes. La gente cree que componer con pocos acordes, como tienen muchas de nuestras canciones, lo hace cualquiera. Al contrario, se vuelve más difícil: hay menos espacio para decir cosas y mantener el interés”. No se puede decir tanto en tan poco, y posteriormente plasmarlo encima del escenario. Enorme y maravilloso a partes iguales. Y si es posible, que no tarden otros 17 años en volver.