AZKENA ROCK FESTIVAL 2015 (I)
2 preguntas sin respuesta (part one)
Día 19 – ¿A QUÉ HUELE LA MAGIA?
Si tienes suerte, tu Azkena no empieza en Mendizabala sino en la plaza de la Virgen Blanca. Después de elegir terraza te sentarás y, a eso de la una de la tarde, cerveza en mano, disfrutarás de una de las bandas que integran el cartel del festival. En este caso NICO DUPORTAL & HIS RYTHIM DUDES.
Fue todo un acierto contar con Nico Duportal y los suyos ya que a esas horas el Ryhtm and blues y el swing son bien agradecidos. La banda es perfecto ejemplo de formación europea que ha aprehendido la cultura de la música popular americana de los 40 y los 50. Llevan el traje más planchado que nadie y el pelo más arreglado que ninguno. Parecen de Tennessee pero son de Monmartre (o alrededores). El resultado es un combo elegante y sólido que sabe lo que hace y que sabe lo que un público como el azkenero quiere oír. La audiencia movía la caderita mientras llovía, escampaba, salía el sol y volvía a llover. ¿Qué más da el tiempo que haga? Mientras la música no pare… Pues eso.
Ya en Mendizabala…
THE DUBROVNIKS es de esas bandas que cuando son anunciadas piensas: Ahhh vale, guay, qué bien pero ¿Who the fuck are The Dubrovniks? (A ver, hablo con el corazón en la mano, no los conocía, sorry). El caso es que después escuchas un disco como el “Medicine Wheel” del 94 y entonces piensas: Tengo que hacer lo que esté en mi mano para estar a las 18.50 del viernes delante del escenario Bobby Keys.
La banda australiana inició lo que considero una ronda de conciertos “casi” en los que siempre faltaba algo para que el concierto fuese realmente redondo. En este caso lo que no fallaron fueron las canciones. Sobre todo las del citado “Medicine Wheel” y las del “Audio sonic love affair”. Había mucha vieja guardia ilustrada expectante. Se corearon “Holy town”, “Hernandoe´s hideaway” así como “Love is on the loose tonight” o “Audio sonic love affair”. Los australianos zigzagueaban en ese espectro hard rockero y oscuro que los hace algunas veces estar más cerca de unos The Cult elegantes y a veces sonar descaradamente a Jesus and Mary Chain. Entonces, si canciones no faltaron, ¿Qué fallo? La actitud. Era evidente que llevaban un tiempo sin tocar y no había mucho feeling en conjunto. Digamos que cada uno hacía lo que podía en su faceta pero eso a veces no es suficiente, no en un Azkena. Aun así, el hecho de conocer a esta banda, nunca habrá sido en balde porque siempre nos quedan las canciones. Hablo consecuentemente ya que suena “Never get that far” en el Reproductor de Windows Media right now y sé que seguirá sonando por mucho tiempo.
La falta de actitud de los australianos fue evidenciada por el siguiente artista en cuestión: JD MCPHERSON. Jonathan David está en ese momento en el que sabe que tiene que salir a ganar. Quiere decirse que básicamente éste es SU MOMENTO. Con uno de los discos de 2015 bajo el brazo (“Let the good times roll”) , el de Oklahoma tiene en su mano el convertirse en referencia obligada de la parroquia rockera, y en ello está. Lo cierto es que él está haciendo todo lo que está en su mano. Conciertos como el del Azkena sólo amplían más y más el boca a boca que desde hace un tiempo viene escuchándose por los mentideros rockeros:
– ¿Has escuchado el nuevo de Mcpherson?
– No.
-¿WHAT?
Además, ese sentimiento festivo que acompaña su propuesta hace más accesible y más disfrutable la suerte de Rythm & blues que moldea en temas como “Let the good times roll” o la maravillosa “Precious” – premio a temazo Wyllie Deville del año – . A partir de ahora en los mentideros se oirá algo como:
– ¿Has escuchado el nuevo de Mcpherson?
– ¿Are you fokin´ talking to me?
Mcpherson fue un paréntesis en lo que a conciertos “casi” se refiere. Una corriente que continuaría, muy a mi pesar, D – GENERATION.
Jesse Malin es de esas figuras que se pueden amar y odiar a partes iguales: Cowboy urbanita con rabia y corazoncito; ha sido malo y lo sabes; ahora aunque parece bueno sigue siendo malo y lo sabes. New York en todo su esplendor, eso es Jesse Malin. Fue una grata sorpresa para la parroquia el poder ver a D-GENERATION en Vitoria. Esa sensación no abandonó a la audiencia en ningún momento de la actuación. Poco se puede reprochar a la entrega de los neoyorquinos, las canciones estaban ahí, sonaban glammies, punkies, cosa harto difícil. Ahí estaba la intensidad, la entrega, las chupitas de cuero, los peinados imposibles, ahí estaban “Helpless”, “No way out”, “Degenerated”… Entonces, ¿por qué el “casi”? Pues no resulta fácil de explicar pero voy a intentarlo. Lo denominaría “Peligro”. D-GENERATION parecieron tocar temas de otro tiempo, como si se disfrazasen de D-GENERATION durante 40 minutos. Los temas sonaban más amigables que peligrosos y eso en el punk, sea glammy o no, es capital, debe estar presente el factor “gimme danger”, la espontaneidad. Y no la hubo. A lo mejor es cosa mía pero me pareció presenciar la reunión de Malin y sus amigotes más que un concierto de D-GENERATION. Puede que sólo fuese cosa mía, pero así lo sentí. Con eso y con todo, espero como una quinceañera su nuevo trabajo y su pronto regreso. A lo mejor vienen más engrasados; más conscientes de lo que representan.
BLACK MOUNTAIN constituyeron el tercer concierto “casi” del día, lamentablemente no sería el último. Canadá tiene en la banda que nos ocupa a un exponente de la psicodelia más íntima y personal. Es de aplaudir una propuesta tan arriesgada en un entorno tan poco dado a la experimentación fuera de los cánones setenteros. Son lo que son: si te gustan bien, si no, también. Digamos que esa es su mayor virtud y su mayor defecto al mismo tiempo. Veo a BLACK MOUNTAIN como un mamut que camina lento, a su ritmo, abstraído en su mundo. Cuando da la casualidad de que te pilla debajo de su mastodóntico pie y te pisa, no hay escapatoria pero el resto del tiempo puedes caminar alrededor de él sin ningún problema ya que es totalmente indefenso. Esa indefensión puede hacer que el mamut, al fin y al cabo, sea tomado como algo prescindible. En cualquier caso, sin ningún miedo, el animal sónico creado por los canadienses camina con la cabeza bien alta, con los brazos abiertos a quien quiera unirse en su camino a ninguna parte. Ahí se explica su “casi”: No es el sonido, no es la actitud, son las canciones. “In the future” (su segundo disco) fue un regalo del cielo y es por ello que “Stormy high” o la colosal “Tyrants” fueron ovacionadas por un público que iba emigrando poco a poco, buscando el sitio perfecto para ver a nuestros barbudos favoritos.
¿Fue un “casi” el concierto de ZZ TOP? Pues sí. Además, seguramente sea el “casi” menos subjetivo de todos ya que la inmensa mayoría de los presentes abandonaron el concierto con la misma sensación de: ¿POR QUÉ COJONES SONABA TAAAAAAAAN BAJO? Pues sí, no se explica que el cabeza de cartel del viernes suene con menos potencia que muchas de las bandas presentes en este mismo Azkena. Dicho lo cual, el concierto de ZZ TOP fue una lección magistral de Billy Gibbons, Dusty Hill y Frank Beard. A Billy no le hizo falta más que un metro cuadrado de escenario para hacerle a su guitarra lo que la primavera hace con los cerezos. Temazo tras temazo, los ZZ fueron disparando, sin despeinarse, su blues de caderita y purito. Sobrados no, lo siguiente. Con la tranquilidad de quien se sabe la lección de arriba a bajo, no se les escapó ni una. ¿Qué se puede decir de “Gimme all your loving”, “La grange” o “Cheap sunglasses” que no se haya dicho ya? Es cierto que los ZZ parecen sacados de un cómic, como diría Gran Maestro H: Saben que más allá de la música son personajes y como tal ejercen sobre el escenario y, realmente, es lo que queremos que hagan, porque para eso va uno a ZZ TOP: para ver dos barbazas al viento mientras suenan uno a uno todos los riffs posibles inspirados en mujeres peligrosas y en el Mississipi. ¿Podía haber sonado mejor “Sharp dressed man”? Fuck yes. ¿Es peor tema “Sharp dressed man” por haber sonado más baja de lo normal? Fuck no.
Y aquí se acaban los casis porque llegan las L7.
Podía haber sido otro concierto más de reunión forzada pero NO. Donita Sparks y sus “ángeles” salieron a dar una patada en los huevos al patriarcado rockero. Sigue bien vigente esa gasolina tan propia de las L7 que mezcla grunge, stoner, hard rock, punk y todo aquello que suene a “te voy a comer las tripas tres veces antes de que caigas al suelo”. Ahora sí podemos hablar de actitud. Amigos, actitud es COMERSE EL PUTO MUNDO Y VOMITARLO POR LA BOCA. Así hicieron las angelinas. Tienen temas para hacerlo, oh sí: “Shove” (de su maravilloso “Smell the magic”) sigue haciendo saltar al personal como nunca; “Pretend we´re dead” sigue siendo ese hitazo maravilloso. Volvieron los 90 durante una hora más o menos. Donita Sparks volvió a ser esa anti-heroína que tanto nos gusta. Todo estaba en su sitio. Era tan fácil coronarlas como reinas de lo que llevábamos de Azkena que nos entregamos al primer riff. Sonido potente, canciones incontestables; a tomar por culo los casis; El de L7 FUE EL CONCIERTO DEL VIERNES Y LO SABES.
¿A qué huele la magia? A que te calles y me comas el c***.
Fotografías oficiales obtenidas de http://azkenarockfestival.com/es-es/galeria/cat/22