TWEEDY
Dos conciertos en uno
Con un frío helador, chubascos (palabrería de meteorólogo) intermitentes y algún que otro copo dejándose caer se presentó el pasado martes Jeff Tweedy en La Riviera de Madrid. Mala elección a la vista del escaso público, entre un tercio y medio aforo vendido, para un concierto que se vio lastrado por el altísimo precio de las entradas (41 euros) y la ausencia (lógica) de la etiqueta Wilco. Mucho mejor le habría venido al evento un entorno como el de la Joy Eslava, más propicio para conciertos íntimos y en el que el mismo número de asistentes habría creado una piña mucho más acogedora y adecuada para interpretar las canciones de Sukierae, el doble disco que los Tweedy, padre e hijo (a la batería) publicaron el pasado septiembre.
Es este un álbum delicado, íntimo y, en la mejor acepción de la palabra, bonito. Un equipo medianamente decente y un poco de voluntad (ni siquiera demasiada) por parte del oyente son más que suficientes para hacer que los Tweedy se transporten de repente a nuestro salón y nos susurren al oído sus grandes penas y pequeñas alegrías. En directo es otra cosa o, al menos y por no andar generalizando sin ton ni son, el concierto de La Riviera fue otra cosa. Algo plano en su primera parte (de la segunda hablaremos después) y falto de esos puntos de intensidad y (solo quizás) garra que se necesitan para hacer soportable una hora de medios tiempos intimistas. No estuvo mal, no me malinterpreten: el talento de Jeff Tweedy es demasiado grande como para andar ofreciendo actuaciones mediocres, pero hay que ser muy, muy fan o muy, muy mentiroso para no reconocer que a casi todos los allí presentes, en uno u otro momento de esta primera hora (y perdón por erigirme en portavoz de desconocidos), se nos vinieron a la mente las canciones de Wilco y/o las grandes versiones con las que había venido trufando los cuatro anteriores concierto de esta mini-gira por Europa.
Desde que, en 2011, publicara The whole love, hasta ahora el último disco de Wilco, Jeff Tweedy, (Sukierae aparte) ha tenido dos ocupaciones principales: producir The invisible way, de Low y One true vine, de la cantante soul Mavis Staples. Aunque cayeron dos versiones de la señora Staples, You are not alone y Only the Lord knows (y por intentar explicarlo de otra manera), diremos que la primera parte de la noche estuvo mucho más influida del espíritu Low que por la energía y el buen rollo que transmite la cantante de Chicago. La banda de retales construida para la ocasión y formada por Darin Gray (bajo), Jim Elkington (guitarra) y Liam Cunningham (amigo de su hijo Spencer a los teclados, guitarra y coros), no obstante, brilló en canciones como Low key (no se pierdan el videoclip), Slow Love o High as hello.
La segunda parte fue otra cosa. Sin (al menos aparentemente) guion e incluso repitiendo guitarra dos canciones seguidas, Jeff Tweedy se quedó solo frente a la audiencia para ofrecer un pequeño set acústico, 35-40 minutos, con algunas de las canciones de Wilco: I’m traying to break your heart (con la que abrió), Jesus, etc., You and I, Via Chicago, I am the man who loves you o, ésta por petición del público (concretamente de los gritos de un fan), Passenger side. Una excelente oportunidad, en definitiva, de escuchar algunos de los grandes temas de Wilco tal y como, posiblemente, los concibió Jeff Tweedy por primera vez en su sillón o en el estudio de grabación de su casa.
Para la traca final la banda al completo volvió a reunirse sobre el escenario. Veinte minutos finales que dejaron dos grandísimos momentos: una versión de The losing end de Neil Young (“Supongo que estáis familiarizados con el trabajo de Neil”, espetó Tweedy entre risas) y California Stars (versos del gran Woody Guthrie a los que puso música Jay Bennett, ex-guitarrista de Wilco triste y prematuramente fallecido hace seis años), con la que cerraron las dos horas largas de concierto.