ALEX O’DOGHERTY & LA BIZARRERIA
Una dosis de entretenimiento y buena música
Alex O’Dogherty es conocido principalmente por su faceta de actor, pero es un personaje inquieto cuya actividad no se limita a representar personajes creados por otros: desde hace ya un tiempo pilota una nave que realiza un viaje musical por teatros y pequeñas salas, recorriendo los más diversos estilos (desde el swing y el funky hasta el rap o la rumba) con elegancia, maestría y, sobre todo, buen humor. La propuesta de Alex y su banda – La Bizarrería – va más allá de lo estrictamente musical, acercándose por momentos al mundo del cabaret o insertando reflexiones y relatos en tono satírico – no en vano es uno de los más destacados monologuistas (¿se dice así?) de este país.
En medio del escenario, un peculiar piano de cola (que pende de un anzuelo gigante) al que Alex da cuerda antes de arrancarlo para comenzar la función y del que a lo largo de ésta irá sacando los más variopintos y sorprendentes instrumentos, ocultos en diferentes compartimentos y resortes. Sobre sus teclas nos da las primeras muestras de su capacidad como músico, que luego extenderá a trompetas, acordeones, guitarras y otros pintorescos artilugios (incluidas unas extrañas gafas que permiten hacer scratch). Todo un hombre orquesta, a la vez que todo un entertainer, que dicen los americanos.
Para saber reírse hay que empezar riéndose de uno mismo, y es lo que Alex hace abriendo su espectáculo (que titula “Mi imaginación y yo”) con “Imbécil”, donde asume sus carencias y reconoce sus miserias, haciéndolas extensivas al resto de los presentes. Hecho esto, uno ya puede desmitificar lo que quiera. Por ejemplo, todas esas canciones tan conocidas y tan “bonitas” que, mirándolo bien, se basan todas en apenas tres acordes – y además, siempre son los mismos. Sorprendentes revelaciones que se van sucediendo, mezclándose con otras de carácter más “íntimo” – pero no necesariamente personales, como también deja Alex claro: recordad que lo que los artistas cantan o cuentan no siempre es algo que les haya pasado en primera persona.
Constantes cambios de ritmo, de iluminación y de vestuario (especialmente de sombreros), junto con las hilarantes disertaciones del protagonista, hacen que el espectáculo transcurra con agilidad durante las casi dos horas que dura, provocando tantas sonrisas como aplausos a los músicos. Hasta tuvimos la sorpresa de ver a su paisano y amigo Pablo Carbonell subirse al escenario para acompañar a Alex y su banda en unas delirantes sevillanas – cantándole al río Ganges, al puente de Brooklyn y a lo que se pusiese a tiro, con tal de destrozar deliberadamente este género.
Tal vez lo que vimos no sea estrictamente un concierto, sino más bien un espectáculo cómico con música de fondo. Eso sí: lo que os podemos asegurar es que eso no significa que la música sea una pobre y burda excusa para el lucimiento de un cómico. Más bien al contrario: Alex tira de su vis cómica para dar rienda suelta a su vena de músico y desarrollar un cuidado y variado repertorio que, como se encargó de anunciar varias veces a lo largo de la noche, también puede disfrutarse editado en un CD/DVD – de hecho, terminaron la función bajando del escenario directamente a vendérselo y dedicárselo a todo el que quiso llevárselo como recuerdo de una divertida velada.
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