JULIÁN MAESO
Magistral revisión de los mejores sonidos negros
Julián Maeso se ha ganado una reputación más que merecida como uno de los mejores teclistas de este país formando parte de bandas destacadas como Sunday Drivers o Sweet Vandals, pero es después de haberse lanzado a publicar su primer disco en solitario cuando ha demostrado realmente no sólo su verdadero potencial sino también la variedad de sus influencias y su habilidad para adaptarlas a su concepción musical. Además resulta que no se defiende nada mal con la voz, una voz que suena tan oscura como cercana, adaptándose muy bien al tipo de sonidos que la envuelven.
Acompañado tan solo por Antonio Pax (La Vacazul, Amparanoia) a la batería y Pere Mallén (Massena, Mallén Trío) a la guitarra, los tres se bastan y se sobran para desplegar un sonido arrollador, intenso y emocionante, que tan pronto te transporta a los viejos clubes de jazz y blues como a una explosiva pista de baile a ritmo de funk y rock. Impecables en todo momento, estos tres músicos demuestran una solidez y una versatilidad a prueba de estilos, despachando temas propios y personales recreaciones de sus clásicos favoritos con la misma naturalidad – incluidos guiños a los Beatles y hasta al cine western.
Casi dos horas de recorrido por las músicas de raíz negra del siglo pasado, en las que como decimos no faltaron tributos a los grandes maestros de dichos géneros (nos quedamos con la maravillosa «A change is gonna come» de Sam Cooke, la fogosidad de «There was a time» – del Padrino James Brown – y, muy especialmente, con la brutal lectura del «Red Hot Mama» de Funkadelic) pero por supuesto también dieron protagonismo a los temas de ese fantástico debut discográfico que ha supuesto «Dreams are gone«, un disco (doble) tan rico y variado que merece la pena escuchar detenidamente. Por destacar alguna entre las que no podían dejar de sonar habría que mencionar el colorido y contundente blues de «Little by little«, las vivas y animosas melodías de «It’s been a hard day» o la intensa «A hurricane is coming«, en la que comienzan resonando los ecos polvorientos del blues más añejo para ir cobrando luego toda la energía y la electricidad del órgano y la guitarra.
Julián no sólo mostró a qué se debe su fama a los teclados, sino que hacia el final del concierto se levantó – eso sí, sin abandonar del todo las teclas de su precioso órgano Viscount, una auténtica joya de madera con un sonido espectacular – para darle duro al funk colgándose un bajo que más tarde acabaría cediendo a Pere, y así despedir el recital con una guitarra acústica en ristre. Y todo ello mientras trataba de animar a un público – hay que decirlo – no muy numeroso y un poco frío al principio, pero que finalmente acabó respondiendo y acompañando a los músicos, y pidiéndoles más al terminar. La verdad es que poco más podían dar ya porque lo habían dado todo, y lo que es realmente una lástima es que no hubiese más gente disfrutando del auténtico placer que es ver y escuchar a músicos de este calibre en la cercanía. Es tan poco lo que piden cuando ves lo que te ofrecen…
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