JOHN HIATT
La fe es lo ultimo que se pierde
Tuvimos fe en el, como pide en una de sus mas celebres canciones. Y terminamos llorando amor. Amor por la musica, amor por el rock. Y habia que tener mucha fe para pensar que John Hiatt algun dia pisaria un escenario espanol. Parecia uno de esos mitos americanos que nunca cruza el charco, como Petty o Mellencamp. Y sin duda, tras el recital ofrecido en la capital, podemos afirmar sin rubor que el senor Hiatt pertenece a la misma estirpe de trovadores de leyenda que los aqui nombrados. Con la cancelacion de su visita a Donosti de hace un par de anos, la sombra de Hiatt parecia alejarse para siempre de la piel del toro. Pero el americano es un hombre de palabra, y gracias al cielo ha cumplido su promesa dejando un recuerdo imborrable. El sabor americano comenzo, paradojicamente, con puntualidad britanica. La sencillez de su vestimenta, la de cualquier simplon hombre de familia, es la mejor representacion de su carisma. Carisma sincero, llano, sin artificio. Caracter humano, cercano, real, autentico. Una banda tocando musica desde el alma. Musica profundamente americana desde el viaje al sur que Drive South planteaba de inicio. Perfectly Good Guitar fue mas que nunca la reivindicacion del musico frente a la rock star, tocada en tono acustico. Y para remate de la triada inicial, Crossing Muddy Waters, con ese sentido aroma de blues y la dulce mandolina infligiendo melancolica alegria. Era el comienzo de dos fabulosas horas de musica atemporal en las que Hiatt se destapo como un gran vocalista con alma de blues. Un tipo raro con sentido del humor, un trabajador del rock. El set list, irreprochable. Puede que faltaran algunas favoritas menores, pero tampoco era cuestion de rizar el rizo teniendo enfrente a semejante monstruo. Desde lo mejor de su ultimo disco, The Open Road el tema titulo, la vacilona My Babe o un Like A Freight Train destilando aires al Mississippi por los cuatro costados, a sus clasicos mas granados, del sentimiento de Feels Like Rain al espiritu de carretera de Tennessee Plates, de la emocion de Cry Love al ritmo country de Slow Turning, del resplandor de Lipstick Sunset al jubilo de Thing Called Love. Una maravilla. Y en esto que pasabamos por Memphis, llego la confirmacion de nuestras plegarias. El romanticismo doliente de Have a Little Faith On Me presagiaba entre aplausos un final que nadie queria que llegara. Pero lo hizo de la mejor manera posible, como solo uno de los mejores escritores de canciones de la America contemporanea sabe hacer. Asi que asi nos despedimos, con Ridin with the King, a cabalgar durante un rato con este nuestro rey del rock por una noche. No tardes en volver, John. Inolvidable.