BB KING
Inolvidable y emocionante velada
Hay momentos únicos en la vida de cada uno. BB King se presentaba en Madrid para anticipar la celebración del Nelson Mandela Day 2010 en nuestra ciudad con un concierto gratuito en el que se le iba a distinguir como Embajador de Honor de la Fundación 46664 – el número que durante tantos años llevó Mandela estando en prisión. A sus casi 85 años habrá pocas cosas ya que puedan sorprenderle, pero aún hay algunas que pueden emocionarle profundamente, como ocurrió con esta distinción, algo muy especial para él que le llena de orgullo y agradecimiento. Algo similar sentí yo cuando, media hora antes, me encontré ante él estrechando esa mano que lleva toda una vida sacando las más vibrantes emociones de las simples cuerdas de una guitarra: emocionado, orgulloso y agradecido ante un maestro de maestros, una persona tan sencilla y cercana como el sabio y entrañable abuelo que es.
En esa breve rueda de prensa previa, afirmó tajantemente que el blues (y la música en general, por supuesto) ha ayudado y ayudará siempre a que la vida de la gente sea algo mejor, y que si en cada país hubiese personas como Mandela sin duda se conseguiría un mundo mucho más feliz. Tan convencido está de ello que no duda en hacer miles de kilómetros para apoyar infatigablemente su causa. Siempre amable y de buen humor, es un placer poder hablar directamente con él, sin ninguna sensación de notarle que esté deseando terminar y largarse – antes al contrario, de hecho tuvieron que venir a recordarnos a todos que Mr. King había venido para dar un concierto, así que no hubo tiempo para más en la distancia corta.
Así pues, pasamos directamente a disfrutar el plato fuerte de la noche: BB King y su banda tocando para unos cientos de afortunados que no olvidaremos nunca esta velada. Quienes ya le habíamos visto disfrutamos una vez más con su genio, pero de una manera muy especial por lo singular de las circunstancias, y los que por primera vez acudían a un concierto de este gigante del blues por fin tuvieron ocasión de asombrarse con lo que puede hacer el amor por la música, tengas la edad que tengas. Aunque los años van poniendo trabas al cuerpo y eso hace que sus dedos no tengan ya la agilidad de antes, aún mantienen el vigor y la magia de antaño, porque este tío siempre ha tocado con el alma, y en el espejo de su cara eso se puede ver reflejado con la misma claridad de siempre.
Mención aparte merece también esa voz, que conserva toda la potencia y el ímpetu que siempre le ha caracterizado. Una voz que emociona, ya sea bramando o susurrando, cantando y charlando, compartiendo sus vivencias con todos los presentes, puras lecciones de la vida. Siempre buscando la complicidad y la diversión de la concurrencia, porque aunque para muchos el blues se pinte como algo triste, para él es muy importante, fundamental, saber que la gente lo está pasando bien con su show, porque concibe sus conciertos como encuentros donde todo el mundo viene a divertirse – y él, el primero. Y lo consigue con la facilidad que da el ser completamente honesto en lo que ofreces (ayudado, eso sí, por la experiencia y la astucia acumuladas a lo largo de muchas décadas en la carretera).
Apoyado por su impecable banda, que se ocupa de calentar el ambiente hasta que sale el rey a escena y de respaldarle en todo momento, la calidad musical del espectáculo estaba garantizada – además debemos decir que contribuyó a ello el sonido del recinto, magnífico durante todo el concierto. Magistralmente dirigidos por el trompetista James “Boogaloo” Bolden, atentos a cualquier indicación suya o del jefe, todos tienen su momento de lucimiento individual y participan de forma entusiasta de las bromas de BB, respondiendo cada uno con su instrumento a las provocaciones que les lanza desde su guitarra, “Lucille”, y es que después de los treinta años que llevan la mayoría tocando junto a él la familiaridad es total (de hecho, algún miembro de la banda es realmente pariente suyo).
Tras un buen rato de juerga musical entre camaradas, la cosa se tornó un poco más íntima al retirarse de escena la sección de vientos. El maestro, que ya se lo toma con calma y permanece sentado durante toda la actuación, se vio flanqueado por otras dos sillas más para el bajista y el otro guitarra, charlando como si estuvieran tomando el fresco en la puerta de casa mientras rasguean un ratito sus cuerdas. BB trata de involucrar al público intentado hacer de la animada charla algo colectivo (lástima que de inglés, en general, seguimos flojitos…). “Todas las mujeres son maravillosas, no he conocido a ninguna fea”, aseguraba para dedicarles a las damas “You are my Sunshine”, compensando a continuación con “Rock me Baby” para los caballeros.
Y para que nada faltara en una noche tan especial, allí apareció su amigo Raimundo Amador para compartir escenario con él, demostrando ambos una vez más lo fácil que es entenderse con cualquiera gracias a un lenguaje en el que no hacen falta palabras: la música. Tremenda ovación para los dos maestros, que durante unos minutos hicieron gala de sus destrezas. “The Thrill is Gone” anunciaba el final, y con el mismo brío del comienzo remataron casi hora y media de concierto, despedidos por la concurrencia entre el entusiasmo y el desenfreno. No está nada mal para estos viejos bluesmen. La despedida se acompañó con un generoso reparto de recuerdos (toallas, baquetas, púas, colgantes…) que debió alcanzar a casi todos los que se acercaron al escenario.
Enfundado de nuevo en el enorme chaquetón y tocado con su sombrero se marchó, rodeado por esa aureola de personaje venerable y con la misma elegancia que había llegado. Al final, me quedé sin poder confirmar mi sospecha porque no hubo tiempo para preguntarle si, efectivamente, Robert Johnson hizo aquel pacto con el diablo en un cruce de caminos para ser el rey de la guitarra y tocarla como nadie más pudiera, pasando a ser desde ese día alguien llamado Riley King, que con el tiempo acabaría siendo conocido como The Street Blues Boy, BB King. No sé si podré tener ya otra ocasión para preguntárselo… aunque me temo que nunca nos lo confesaría.