HAYSEED DIXIE
Los mas alegres rockeros de la America rural
Al margen de sus pintas de garrulos del oeste americano que sólo tienen ganas de juerga y de emborracharse (cosa que nada tiene de malo y que sin duda es cierta, y de la que se les ve bastante orgullosos), Hayseed Dixie se han ganado desde hace diez años una reputación como banda creadora de un sonido propio que ellos denominan Rockgrass, a base de pasar por su batidora hillbilly primero a los AC/DC y después cualquier canción que se les ha ido poniendo a tiro – casi siempre apuntando hacia el rock más duro, aunque en su último disco llegan a reivindicar al mismísimo Mozart (cosa que no es tan descabellada si pensamos que, al fin y al cabo, son un cuarteto de cuerda). Y es que se toman muy en serio el divertir con sus reinterpretaciones de la música que les gusta, pero también el tocarlas con la seriedad necesaria para llevarlas más allá del simple chiste. Esto les permite hacer algunas recreaciones realmente memorables de temas que ya lo eran en su versión original, pero que cobran una nueva dimensión al oírlas sólo con guitarras, banjo, violín y mandolina.
Llegué justo a tiempo de verles arrancar con el gran “Breakin’ the Law” de Judas Priest, un gran comienzo al que siguió la magnífica “Kirby Hill”, una de las composiciones propias que han ido integrando en su repertorio a lo largo de estos años sin que desentonen en los discos ni en los conciertos, demostrando su consistencia como músicos que dominan los estilos tradicionales americanos. El cantante, Barley Scotch, saludó en un voluntarioso español (lamentó no hablarlo mejor varias veces a lo largo del concierto), animando a todos a beber y a divertirse (otra constante durante la actuación, que ellos mismos practicaron con bastante afición). Tras esto, una sugerente y relajada “You Shook Me All Night Long” fue el primer momento de recuerdo a sus inspiradores, de los que no abusan – sólo tres canciones (y no recuerdo que tocasen ni una sola de KISS, de los que hicieron otro disco entero).
Mientras a nuestra izquierda Jake «Bakesnake» Byers, el último en llegar a la familia, demostraba al bajo ser el más heavy metal del conjunto, a su lado el Reverendo Don Wayne Reno nos asombraba con el banjo, sacando de él docenas de notas por segundo con una habilidad pasmosa; Barley alternaba la guitarra con el violín a la vez que en el lado derecho el Diácono Dale Reno hacía lo propio con guitarra y mandolina (y hasta suplió las campanas de “Hell’s Bells” con una cerveza vacía), para ir pasando por la J. Geils Band, los Stones, Led Zeppelin, Queen, Aerosmith o Motörhead – fantástica su versión del “Ace of Spades”, sin duda uno de los momentos estelares de la noche. Además de avivar algunos clásicos del metal pesado, de vez en cuando intercalaban alguna de sus delirantes historias sobre inconfesables abducciones extraterrestres (“Alien Abduction Probe”) o malvados abuelos con destilerías clandestinas (“Corn Liquor”). Quizá decir, por poner algún pero, que no sacaron el partido suficiente a un correcto “Bad Moon Rising”, en el que les faltó ir más allá de la evidente cercanía para darle una vuelta de tuerca y hacerlo suyo, pero eso no importaba en una fiesta que se había desatado y ya no iba a parar.
Con un par de canciones de amor (la escatológica “I´m keeping your poop” y la escueta “She was skinny when I met her”) entre otros dos de sus grandes hallazgos (un acertado y acelerado “Fat Bottom Girls” de Queen y el no menos contundente “Holiday” de Green Day), se nos vino encima el esperado final, ese “Highway to Hell” con el que todo esto empezó hace diez años en su primer disco y del que ya seguramente se sienten hasta un poquito dueños. Tras el sincero agradecimiento al público que llenaba la sala y una nueva invitación a beber y brindar con ellos – prometiendo bajar a hacerlo personalmente con todos y cada uno de los presentes tras el concierto – aún nos regalaron una sorprendente y delicada “Eternal Flame” (sí, sí, la de las Bangles) – “la mejor canción que se ha escrito nunca”, dijo Barley antes de cantarla sólo con su guitarra para acabar despidiéndose los cuatro con el clásico “Dueling Banjos” (cuya versión original fue grabada en 1955 por Don, el padre de los hermanos Reno, junto a su autor Arthur Smith). Arrollador fin de fiesta para un gran concierto en el que se pudo disfrutar del rock como diversión.