EMIR KUSTURICA& THE NO SMOKING ORCHESTRA
Desenfrenado espectaculo del colectivo de los no fumadores
Noche fría de enero en Madrid. Un buen remedio para combatirla: acercarse a La Riviera para entrar en calor con esa batidora de ritmos que es “la orquesta que no fuma” comandada por el cineasta Emir Kusturica – Kusta, para los colegas. Sin llegar a agotar las entradas pero con una sala muy animada y dispuesta para la acción, que reclamaba con insistencia y entusiasmo el comienzo de la fiesta, se empezó a escuchar por fin la introducción que daba inicio al concierto (una intro, hay que decirlo, grabada y traicionera – dichosos fallos de la tecnología digital).
Y fueron saliendo a escena uno tras otro los músicos, ataviados con indumentarias de lo más dispar que no sabría decir muy bien si recordaban más a las de Village People o a las de Turbonegro; el último y más llamativo (con un gorro como de natación y una especie de chándal azul con alas de murciélago) el Dr. Nelle Karajlic, voz y alma de la orquesta, que desde entonces y hasta el final del concierto no estuvo quieto ni un solo segundo. Desbordante energía la de toda la banda para arrancar al ya predispuesto auditorio, que rápidamente correspondió bailando y coreando cada arenga del Dr. Nelle. En un concierto del combo balcánico hay cabida para casi todo, desde ver a Kusta (“Emir Clapton”, que decía el doctor) cambiar la guitarra por una batuta para dirigir a sus compañeros o bailar con la capucha echada al más puro estilo hardcore, hasta alucinar viendo como el cantante trepa por los palcos de La Riviera, entra a echarse un baile con la primera chica que agarra por allí y vuelve a bajar al escenario antes de que hayas podido enterarte…
Sin parar apenas, enganchan unos temas con otros (desde “Underground” a “Unza Unza Time” repasaron todo su repertorio) y te hacen pasar súbitamente del tango al rock y del swing al ska sin perder nunca de vista sus raíces, incluso intercalando numerosos guiños a clásicos populares, desde Mancini – “La Pantera Rosa” casi hizo de hilo conductor del show – a Deep Purple o Pink Floyd. Suenan alegatos anti-imperialistas (“Fuck the MTV”), sacan a la peña al escenario en repetidas ocasiones, presenciamos solos de acordeón, de violín, de tuba, de saxo, de percusión… Intensidad que se lleva al extremo cuando suenan bombas como “Pitbull Terrier”, o cuando Nelle saca del público a una Julieta para acompañarle en “Was Romeo Really a Jerk?”.
Turno de presentaciones y, sin respiro, la traca final. En un ambiente ya casi circense, quedaba el más difícil todavía: cómo tocar un violín con el arco cogido entre dos bocas y, más aún, con un arco gigante sostenido por dos chicas, que a la vez usaba también Emir para hacer que su guitarra atronara la sala. Con megáfonos y luces en las guitarras, quedaba un arranque a lo Zeppelin (peluca incluida) y poco más para irse por donde habían venido. Hora y media de agotadora fiesta, y la gente estaba dispuesta a seguir, pero ya solo hubo tiempo para un breve recordatorio a la MTV que sirvió de despedida.
En fin, un gran espectáculo muy digno de estos veteranos maestros de lo que ahora llaman mestizaje que no defraudó a nadie, aunque la insistencia del público hubiera merecido un par de temas más para rematar un gran show.