LOS CORONAS
El Baile Final. de los locos y los cuerdos
Los Coronas han conseguido con este álbum una obra compacta a la vez que variada y con un sonido definitivamente personal; se nota la solera que han ido adquiriendo a lo largo de sus ya casi veinte años de cabalgar sobre olas y guitarras.
Incluso la portada dibujada por Toño Camuñas es también muy personal y absolutamente original, digna de un disco como este y de un grupo como ellos.
El comienzo del álbum es suave y muy elegante, con una apropiación del “Libertango” de Astor Piazzola (rebautizado como “Libertwango”) que se va animando a medida que se va incorporando la sección rítmica y en el que las guitarras sustituyen al bandoneón y el cello originales con un sonido igualmente sugerente. A continuación “Big Wave Riders” nos mete de lleno en el surf más épico, con un ritmo trepidante desde el primer compás y una trompeta que asume un protagonismo creciente, desafiando a las guitarras; después de un final explosivo, se abre paso “Sangre en la Arena”, al principio retomando la tranquilidad del primer corte pero cambiando enseguida a un ritmo sincopado en el que se aprecian ecos de pasodoble y ska. Con “Soul Surfer” mantienen un tono parecido, aunque el aire en este corte es más de oeste americano, más Morricone (o quizá de Curro Jiménez por Sierra Morena, sería difícil precisarlo).
Los primeros acordes casi flamencos de “Los Rumbaleros” nos adentran de nuevo en paisajes desérticos, para dar luego paso a partes en que las guitarras y, sobre todo, la trompeta vuelven a imprimir ese aire festivo y fronterizo, de mariachi, con el bajo poniendo el contrapunto preciso y la batería marcando la pauta en los constantes cambios de ritmo. “Aguascalientes” nos sumerge en un remanso de tranquilidad en el que se encajan las guitarras suavemente distorsionadas, dibujando unas melodías con un profundo sentimiento, muy relajadas. Después de este oasis de paz en medio del disco, “El Baile Final” vuelve a mostrar a Los Coronas subidos en las cálidas olas que surgen del sonido de la banda tocando perfectamente conjuntada, a un ritmo animado y casi de guateque sesentero aunque contenido, sin llegar a desmelenarse. En “Rancho Leone” el homenaje al maestro del western es claro desde el mismo título, con los instrumentos cabalgando a la vez a un ritmo que por momentos vuelve a ser de nuevo más rápido.
Y una genialidad que se han sacado de la manga y han plasmado en este disco: “Jinetes Radiactivos”, o lo que es lo mismo, injertar en su interpretación del clásico “Ghost Riders in the Sky” de Stan Jones los acordes del “Radioactivity” de Kraftwerk, evidenciando la insospechada similitud entre ambos mundos, y rematándolo por si fuera poco con un final de todos a tumba abierta, de los de dejarte sin respiración. Para seguir con genios, también hacen otro merecido homenaje, en este caso al gran Fernando Fernán Gómez y a su legendaria (y reconocida) mala educación, con algunas de sus perlas sampleadas sobre ritmos surferos clásicos: “Alamerde”, dicho más fino. Casi al final, una colaboración de lujo: la de Jairo Zavala (La Vacazul, DePedro, Amparanoia…) a la guitarra en “El Descastao”, otro tema de aires vaqueros con toque fronterizo que antecede al último corte del disco, “Calle Tesoro”, en el que hay un reposo y una claridad totalmente playeras que nos devuelven a la elegancia del comienzo, cerrando un círculo casi perfecto, como debe ser un buen disco.
Este desde luego lo es, sin duda. No os lo perdáis.
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