AC/DC
Black Ice
Por fin está aquí. Parece que fue ayer, pero ya hace ocho años que fuimos corriendo a las tiendas a comprar ‘Stiff Upper Lip’ y vivimos su, como siempre, apoteósica gira.
También en eso los australianos se han convertido en una de las bandas masivas del rock n’ roll, y como por desgracia (o por suerte, visto el paupérrimo nivel compositivo de algunas), tardan una eternidad en entregar un simple y llano nuevo álbum de estudio, de esos que en los 70 facturaban como rosquillas un año sí, otro también. Pero es que para más inri, en la liga que están jugando (Stones, Aerosmith, Def Leppard…), no siempre la larga espera desemboca en un álbum a la altura de las circunstancias.
Reconozco que la primera vez que ‘Black Ice’ inundó mis tímpanos caí ensimismado a su poder. Cerveza en mano, no todos los días uno escucha un nuevo disco de la banda que hoy por hoy mantiene vivo el mejor rock n’ roll tuerce-cuellos, rítmico y diabólico como él solo. Esa noche me vanaglorié de que, contra todos aquellos criticuchos gafapastas y modernos pseudo-visionarios, los australianos se mantuvieran en sus trece y, como por otra parte era de esperar, no mostraran un mínimo atisbo de sorprender ni de esa manida y fea palabra, “evolucionar”, sino de facturar una descarga de vatios energética y electrizante como el rayo que tan adecuadamente separa las siglas de su nombre. Y aunque en las siguientes escuchas la euforia se viera mitigada por el espíritu de crítico musical cabrón y sin escrúpulos, antes de tal repulsiva consideración, uno es un fanático del rock n’ roll verdadero, sin medias tintas ni desaires de supuesta y caduca modernidad. Y en dicha tesitura he de decir que ‘Black Ice’ es un disco de rock n’ roll como la copa de un pino. Joder, esta crítica podría ocupar una sola línea con la frase “AC/DC lo han vuelto a hacer” y el aquí firmante se sentiría orgulloso de su arrebato de estilo periodístico.
Aquella noche mi mensaje a los colegas, exaltado de acordes eléctricos, fue “A partir de ahora las copas se piden con hielo negro”, en clara referencia al disco que nos ocupa y a la tendencia alcohólica de los sujetos que pertrechan estas batallitas rocanroleras. Pero es que a día de hoy lo sigo manteniendo.
Porque un inicio como el que se marcan con el anticipado single “Rock N’ Roll Train” no lo firma cualquiera. Menudo himno. Y es que si ‘Stiff Upper Lip’ fue el heredero natural, tres décadas después, de aquel seminal ‘Powerage’, es decir, infundio de blues rockerizado, enraizado en la semilla más pura de la música eléctrica, este ‘Black Ice’ es claro heredero del rock de estadio, del himno de masa, que los propios hermanos Young bien plasmaron en el no tan lejano ‘The Razor’s Edge’, del que el disco que nos ocupa es continuación directa, salvando las distancias y con algunas diferencias en el fondo insustanciales. La ¿palabra? “rock n’ roll” se repite en varios de los títulos de las canciones del disco, y eso ya es síntoma de algo grande.
“Big Jack” es un trallazo de órdago, que, por similitud fonética, me hace recordar aquel quizá intrascendente, pero en el fondo vibrante, “Big Gun”, de los mismos autores. “Anything Goes”, para el que suscribe el mejor tema del disco, rememora los aires hímnicos de cuernos al aire a mansalva y Angus Young por doquier de otro tema “oscuro” de su discografía, ese “Who Made Who” capaz de poner a desfilar al son a cualquier ejército.
Se suceden los himnos para corear a pleno pulmón, imaginando a Malcolm Young moviendo el cuello cual resorte en la sombra de la banda y miles de puños en el aire abarrotando un estadio, aunque es cierto que la segunda mitad del álbum quizá se torne un poco repetitiva por la falta de esa chispa final en los estribillos para convertir dichas canciones en monumentos ante los que claudicar sin remedio.
El inicio de “Rock N’ Roll Dream” es lo más parecido a un medio tiempo que han grabado nunca, y a pesar de todo, destila AC/DC por los cuatro costados. El gatuno Brian Johnson está enorme, y sobre Angus poco más hay que decir a estas alturas. ‘Black Ice’ es una nueva ofrenda al espíritu inmortal del rock eléctrico, pero, sobre todo, la excusa de una nueva gira, hermandad suprema del rock n’ roll. ¡¡Que vivan AC/DC joder!! ¡¡¡ Que viva el rock n’ roll!!!